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Un acercamiento al papel de Cuba en el conflicto colombiano (página 2)



Partes: 1, 2

c) Un tercer factor lo constituyen las luchas
cívicas, sindicales y estudiantiles que se registran a
inicios de los sesenta en el departamento de Santander y su zona
de influencia, región donde se funda el ELN: a) el paro
vico de 1963 en Barrancabermeja, en el que participaron
amplios sectores de la población, b) La huelga de
Ecopetrol, que inició el 19 de julio de 1963 y que se
prolongó durante 42 días, y c) El Movimiento
Estudiantil en la Universidad Industrial de Santander (UIS). El
25 de mayo de 1964 se inicia un nuevo movimiento del estudiantado
de la UIS, en respuesta a la política del rector de la
época. El comité de huelga estaba presidido por
Jaime Arenas, estudiante de dicha universidad, quien para ese
entonces ya formaba parte del naciente ELN. "Los estudiantes se
toman la Universidad y crean "milicias" estudiantiles para
custodiarla. El movimiento recibe un amplio respaldo de la
ciudadanía de Bucaramanga y con la Federación
Universitaria Nacional como organismo gremial de los estudiantes
se gesta un paro nacional estudiantil de solidaridad" (Vargas,
2006: 117).

d) En este convulsionado contexto se observa
también una marcada radicalización

de ciertos sectores sindicales, especialmente el
petrolero, que plantea la necesidad de articular las luchas
reivindicativas sindicales con las revolucionarias. La influencia
se da en doble vía, en la medida en que los sindicatos
también se vieron influenciados por las nacientes tesis
del ELN.

Entre todos estos eventos que permitieron el nacimiento
del ELN quiero resaltar el papel de Cuba. La mayoría de
historiadores colombianos coinciden en que el ELN fue el
resultado directo de la revolución cubana. Estudiantes
radicales decidieron que era posible repetir el éxito del
Movimiento 26 de julio en Colombia. Su impulso inicial lo dio el
MOEC (trabajadores, estudiantes y campesinos del Movimiento),
formado por Antonio Larrota líder estudiantil que
murió en 1961 mientras trataba de establecer un "foco" en
el territorio del norte llamado Cauca. En 1964 el MOEC hizo al
parecer se desintegró debido a una combinación de
reveses militares y las luchas internas entre
facciones.

En ese momento, Fabio Vásquez y un pequeño
grupo de activistas estudiantiles de la ex-MOEC puso en marcha el
ELN después de recibir entrenamiento militar en
Cuba.

El ELN hizo su debut el 7 de enero de 1965 cuando 27
hombres y una mujer armados con rifles de caza tomaron el control
del pequeño pueblo de Simacota durante dos horas y
pronunciaron discursos revolucionarios. En una revisión
reciente de los líderes del ELN, el comandante Manuel
Pérez respondió al siguiente cuestionamiento: El
ELN nace en 1964 y se da a conocer en la toma de la
población de Simacota en 1965. Eran los tiempos de la
influencia de la revolución cubana y los primeros impulsos
foquistas. ¿Podría hacerse una breve
síntesis sobre los principales cambios que ha habido en su
evolución histórica?

"Nosotros partimos de la influencia de la
revolución cubana y la admiramos mucho además, y
nuestros primeros hombres de guerrilla se formaron allá,
estuvieron participando allá en las luchas. Pero no quiere
decir que asimilamos la teoría del foco, tal cual la
entendieron los cubanos. De pronto, nosotros entendimos la
teoría del foco tal cual nosotros logramos asimilarla. Por
eso, de las desviaciones que aquí se produjeron no
culpamos pues, a los cubanos, culpamos a nuestra
interpretación de cómo ellos desarrollaron la
lucha. En ese sentido creemos que hubo desviaciones como por
ejemplo, el verticalismo, el militarismo, el autoritarismo, el
tener una relación con las masas mucho en función a
la lucha armada, etc., lo cual nos llevó a participar
activamente en muchas luchas, pero para extraer a sus principales
dirigentes, que seguramente no era lo más correcto. De
ahí que en este momento podríamos decir que,
transformaciones que hemos tenido han sido por ejemplo, ligarnos
mucho más a las organizaciones del pueblo y a las
organizaciones naturales de las masas, en relación a
comprender cuáles son sus reivindicaciones y respetar sus
procesos de organización propia, para que vayan primando
sus intereses, sus luchas, y no solamente mirar la lucha armada
como aquello que las masas tienen que asumir.

Otro aspecto que hemos estado trabajando y revisando
mucho, ha sido, cómo deben ser las direcciones colectivas,
la participación en las decisiones, o sea, cómo ir
venciendo toda esa cuestión del autoritarismo, del
uni-personalismo en la toma de decisiones, el verticalismo en
cuanto a cómo deben hacerse las cosas, sin dejar de
entender que somos una organización
político-militar y por tanto no quiere decir que no haya
órdenes.

En todo ese cuestionamiento que nos hicimos, fuimos tan
allá, que entendimos que la democracia no aceptaba
órdenes, que lo que debía haber eran decisiones
colectivas para cada cosa y todo eran discusiones. Llegamos al
extremo opuesto de que prácticamente no había
mandos, de que no había orientaciones sino decisiones de
consenso…, y claro, en una organización
político-militar, eso llevaba al extremo de diluir la
estructura militar.

De ahí que después de ese bandazo hacia un
excesivo democraterismo, hemos tenido que ir volviendo a mirar
mucho las formas participativas, la toma de decisiones, las
direcciones colectivas, siempre con mandos para trazar las
órdenes militares.

Otro aspecto ha sido profundizar en la
comprensión teórica del marxismo y asumirlo como
organización, como vía ideológica, pero al
mismo tiempo ir discutiendo dentro de la comprensión del
marxismo el que quepan otra serie de aspectos como la
participación de los cristianos, lo que implicaba de
contradicción con la teoría marxista tradicional,
etc.

Lo mismo el funcionamiento como organización.
Nosotros nunca nos hemos llamado partido, ni tenemos formas
orgánicas siempre iguales. Tenemos mucha facilidad para
cambiarlas, incluso no hemos tenido formas uniformes en nuestra
estructura. Por ejemplo, yo creo, que nuestros frentes no se
parecen el uno al otro, ninguno. Todos tienen sus propias
características, incluso formas orgánicas
diferentes. Las cosas esenciales son comunes, pero con mucha
variabilidad en su configuración. Tampoco después
de muchas discusiones hemos terminado de enemigos de los que
optan por el partido, porque incluso decimos, que esto
seguramente no terminará siendo ni partido, ni
organización p-m, sino que seguramente irán
surgiendo otras formas organizativas diferentes que tendremos que
buscar".

La relación entre las FARC y el ELN fueron tensas
desde el principio. Aunque Cuba poco desarrolló el tipo de
crítica sistemática del estalinismo que el
movimiento trotskista hizo, hubo una crítica
implícita a través de sus relaciones de
colaboración con los grupos armados a la izquierda del PP,
como el ELN.

El ELN hizo proposiciones a las FARC en 1966 en el
momento de su fundación. El ELN, con sede en el norte,
invitó a la colaboración a FARC en el sur: "Todos
los esfuerzos que hacen hacia la colaboración, el
conocimiento, la coordinación y la unidad con otras
fuerzas de la guerrilla, sin embargo, recientemente formado,
está jugando un gran papel en el desarrollo de la lucha
por la liberación nacional. "

El PP respondió: "El camarada Marulanda ha sido
informado por nuestra parte de sus actividades, que no hayan
satisfecho el partido. El partido, el Estado Mayor de las FARC, y
el Comandante Marulanda Vélez considera que las
relaciones, como usted sugiere no será posible a menos que
usted acepta la política del Partido
Comunista".

¿Y cuál fue la política del Partido
Comunista en esa época? Fabio Vásquez, fundador del
ELN, explica:

"… La Revolución cubana en nuestro país
coincidió con la caída de Pinilla (Frente Rojas)
dictadura nacionalsocialista, y el retorno a la democracia
representativa tradicional con políticos liberales y
conservadores. Esto propició un conflicto entre los
partidarios de la intensificación de la lucha electoral y
la formación de movimientos electorales, y los que
abogaban por la guerra insurreccional. Después de la
caída de Rojas Pinilla, el único movimiento con
ideas revolucionarias fue el partido comunista. Mientras tanto
los que siguieron el patrón de la Revolución Cubana
buscaron soluciones armadas. Tenían un choque decisivo con
las directivas, las tácticas y la estrategia del Partido
Comunista y el MRL, que en ese momento era el representante del
movimiento izquierdista en Colombia. Fue entonces cuando el
Movimiento obrero-campesino de estudiantes (MOEC)
apareció, encabezada por Antonio Larrota, un líder
estudiantil, quien propuso la lucha armada. Desde el principio el
MOEC tenían serias dificultades y enfrentamientos con la
dirección oficial del Partido Comunista, que estaba
concentrando sus esfuerzos en ayudar a formar el LMR con objeto
de participar en las elecciones que estaban empezando a tener
lugar después de la caída del
dictadura".

En 1968 las FARC definió su tarea como la
construcción de la Patria del Frente de Liberación,
que es la jerga estalinista para un gobierno policlasista, y
declaró que su política era guiado por la
política del Partido Comunista, expresada en las
decisiones del Décimo Congreso, y reuniones de su
Comité Central. Frente a esta línea dura ortodoxia
del PP, el ELN había no tenía otra alternativa que
proceder por sí solo.

El famoso líder de la mayoría del ELN fue
Camilo Torres, un sacerdote católico que murió en
combate y que era una de las figuras más extraordinarias
de la política revolucionaria en América Latina en
las últimas décadas. Fue capellán de la
Universidad Nacional en Bogotá y uno de los fundadores del
Departamento de Sociología. Más tarde se
convirtió en decano de la Escuela de Administración
Pública, donde dio conferencias sobre la necesidad de una
reforma agraria. En 1965 planteó una "Plataforma para un
Movimiento de Unidad Popular", que desató una gran
polémica en Colombia y condujo a su despido de la
universidad. Torres también se enfrentó con la
Iglesia cuando abogó por la expropiación de
propiedades de la Iglesia mediante la revolución
socialista.

Cuando Torres se unió al ELN, fue con el
entendimiento de que puedan facilitar un ala urbana del
movimiento bajo los auspicios de un grupo que él
había iniciado llamado el Frente Unido del Pueblo. A lo
largo de 1965 viaja por todo el país pidiendo el apoyo de
su grupo, a menudo aparece con guardaespaldas del ELN.

Torres se sintió frustrado con el fracaso de la
izquierda urbana. Fue atacado por los maoístas, por
ejemplo, por no ser lo suficientemente radical – una gran
sorpresa. Agotado y desilusionado, Torres puso un uniforme de
guerrillero y se fue al campo. Él murió en combate
el 16 de febrero de 1966. Su pérdida, como el Che, era
producto de un tiempo muy impaciente, cuando la necesidad
imperiosa de "Crear dos, tres, muchos Vietnam" era irresistible,
no importa lo mal que considera la estrategia presentada en la
consecución de ese objetivo.

El ELN después de más de 30 años de
lucha y de sacrificios, en palabras de uno de sus comandantes
Manuel Pérez opina sobre la Revolución Cubana
(Arregi, 1992): "Nosotros, primero que todo somos muy respetuosos
con la revolución cubana, al ver que ellos están
haciendo un gran esfuerzo para construirla. No nos sentimos
obligados a seguir ningún punto de vista, ningún
planteamiento que hagan los cubanos, pero sí estamos por
la defensa de la revolución cubana. Defendemos a Cuba como
referencia de las luchas de liberación y de la dignidad
socialistas en medio de la ofensiva ideológica
antisocialista. Lo valoramos mucho, creemos que eso da fuerza de
resistencia.

En cuanto a las particularidades del proceso, vemos que
hay aciertos y desaciertos y que seguramente al mirar con
simpatía, pues seguramente encontraremos justificaciones a
tal o cual cosa. Por ejemplo, la falta de democracia de la que se
habla tanto. Pues nosotros, de pronto, somos tendentes a buscar
explicaciones de por qué no se da suficiente
democracia.

En Cuba hay más democracia que en cualquiera de
estos países. Las listas de los candidatos populares que
elegía la gente, por ejemplo, eran hechas por la propia
gente. Aquí los candidatos son seleccionados por la
burguesía. No hay la suficiente democracia decimos, pero
hay mucho más que en los países que más
agreden con la falta de democracia.

Sin embargo, consideramos que hay que construir la
democracia con mucha más amplitud, como la base
fundamental del socialismo, porque el socialismo descansa en la
democracia

Cómo construir la democracia frente a la
agresión. Nosotros en eso nos inclinamos a decir que es
muy difícil ejercer la democracia, en toda su amplitud,
con una agresión cultural, económica,
política y de todo tipo. Si bien seguimos defendiendo que
la democracia es la esencia de la construcción del
socialismo, que la participación del pueblo es la
garantía de la construcción del socialismo, hay que
mirar la construcción socialista según la
relación de fuerzas. Por eso, uno piensa, que el
socialismo para su construcción se demorará muchos
años".

Muchas de estas luchas Cuba las ha manifestado en las
utopías fundacionales que guían y orientan el
proceso revolucionario cubano. Es por esto que en ésta
primera parte traté de presentar lo que en algunos medios
intelectuales colombianos se denomina "el apoyo de Cuba a apoyo a
las organizaciones revolucionarias", en nuestro conflicto
articular al ELN.

Cuba y proceso de
paz colombiano

La historia de las negociaciones entre la guerrilla y el
gobierno se puede situar desde 1982. Hubo intentos anteriores,
pero de una u otra manera ésta comienza con el proceso de
paz de Belisario Betancur entre 1982 y 1986. El común de
la gente piensa que los intentos de paz del presidente Betancur
fracasaron. Sin embargo, hay que reconocer que en su gobierno
hubo un cambio importante en la dirección del discurso
político del país. Se introdujeron dos elementos al
discurso político nacional: el primero reconoció
que la oposición armada es un actor político y que
es necesario abrir un diálogo con ella. El segundo
planteó que Colombia, como otros países en
América Latina en esta época, también
requería un proceso de apertura democrática. El
nuevo planteamiento era un viraje radical. Para Betancur, el paso
fundamental del proceso de democratización colombiano era
la negociación con la guerrilla sobre la base de su
eventual participación en un sistema político
reformado.

Durante el gobierno de Betancur se llegó a unos
acuerdos del cese al fuego, se abrieron mesas de discusión
sobre los grandes problemas del país y se plantearon
grandes reformas políticas sobre puntos tales como la
situación agraria, urbana, legislativa, así como
sobre los derechos humanos. Pero no se alcanzaron acuerdos
definitivos en ningún campo. No duraron los pactos de
tregua. No se alcanzó la paz.

Al llegar al poder Virgilio Barco (1986-1990), su
gobierno hizo una evaluación de la política de paz
de Betancur. Los nuevos consejeros concluyeron que sus
predecesores no tenían un proyecto definido, no
había metas claras ni cronogramas o fechas límite
precisas, no había tiempo de difusión; había
demasiados actores sociales involucrados, pero sin un compromiso
definido y efectivo por parte del gobierno.

A partir de estas evaluaciones, el gobierno de Barco
fundó la Consejería para la Reconciliación,
Normalización y Rehabilitación de la Presidencia,
como símbolo y garantía del compromiso del gobierno
al más alto nivel. A través de esta nueva oficina,
el gobierno redujo el alcance de las negociaciones a unos asuntos
que él consideró manejables. En vez de una agenda
de negociación amplia y abierta, quería negociar
con la guerrilla únicamente sobre los pasos del desarme y
la posterior incorporación en la vida política
legal. Los otros asuntos políticos y sociales
deberían ser tratados en otros foros y dirigidos a otros
contrincantes que no pertenecían a los movimientos
armados. El gobierno quería reafirmar la autoridad del
Estado como Estado. Así, junto con el proyecto de
negociaciones restringidas con la guerrilla, el gobierno Barco
desarrolló una serie de programas encaminados a la
rehabilitación de las zonas de violencia, tales como el
Plan Nacional de Rehabilitación y el establecimiento de
los consejos municipales y departamentales de
rehabilitación, que debían fomentar la
participación de la ciudadanía.

En el fondo, el objetivo principal no era negociar una
solución al conflicto armado, sino legitimar el Estado y
deslegitimar la guerrilla. Es decir, para Barco podía
haber negociaciones, pero ya no entre dos partes, sino entre un
Estado que conscientemente representaba a la ciudadanía y
unos grupos guerrilleros que cada vez eran menos
legítimos, pero que podrían aspirar a participar en
la vida política del país. La estrategia se
resumió en el lema de "mano tendida; pulso
firme".

La limitación de la estrategia de Barco
estribó en su propia concepción: era un programa
demasiado maquiavélico que impidió negociaciones
sustantivas. Se perdieron por ello tres años en el camino
de las negociaciones. Durante este tiempo se rompieron los
acuerdos del cese al fuego firmado con las FARC en 1984, y
creció el conflicto con los otros grupos guerrilleros. El
análisis que hicieron en el gobierno Barco fue que los
acuerdos de cese al fuego anteriores no habían servido,
que la guerrilla había aprovechado la tregua para aumentar
su pie de fuerza y desdoblar sus frentes. Era mejor replantear
las negociaciones y el proceso de paz en general.

Aunque la posición del gobierno es comprensible,
el hecho es que acabaron con las negociaciones por tres
años, a partir de 1986. Solamente en 1989, volvieron a
tomar las riendas de las negociaciones, sobre la base de una
negociación estrecha sobre la dejación de las armas
y la subsecuente incorporación política.

La estrategia sirvió parcialmente.
Consiguió la incorporación de algunos grupos
guerrilleros, entre ellos el M-19, la mayor parte del EPL, y el
grupo indígena Quintín Lame. Era una paz parcial,
no completa. Puede pensarse que la estrategia de los tres
primeros años sirvió para presionar a algunos
grupos para que negociaran. Pero resultado global fue muy
restringido puesto que dejó los principales grupos por
fuera.

En 1990 llegó al poder César Gaviria. Este
año representó un momento de gran crisis
política y de extraordinaria revuelta social,
particularmente después del asesinato del candidato
presidencial del Partido Liberal, Luis Carlos Galán, y los
asesinatos de dos candidatos de la izquierda, entre ellos el
candidato del M-19, Carlos Pizarro, después de haber
entregado sus armas. Junto con la elección de Gaviria, el
electorado también votó abrumadoramente la idea de
elegir una Asamblea Constituyente, como solución a la
crisis política. El momento reflejó la
culminación de dos procesos contradictorios que
había experimentado el país desde comienzos de los
años ochenta: uno era un proceso de reformas y
democratización, el otro, la gran profundización de
la violencia en el país. Los resultados fueron un
país realmente más democrático, aunque
sustancialmente más violento.

El gobierno de Gaviria presidió la Asamblea
Constituyente, promovió la nueva Constitución de
1991, y posteriormente nombró un ministro de Defensa
civil, como parte de un proceso para imponer control civil sobre
la esfera militar. También presidió los procesos de
paz parciales que culminaron con la participación de unos
grupos guerrilleros en la Asamblea Constituyente. Pero en su
tratamiento con los otros grupos guerrilleros que aún
quedaban por fuera del sistema político, el presidente
Gaviria seguía, en gran medida, la experiencia y las
fórmulas del gobierno Barco.

Jesús Antonio Bejarano, quien fue consejero
presidencial para la paz en esta época, responsable por
las negociaciones con las FARC y el ELN en las reuniones de
Caracas en 1991, ha escrito que el gobierno de Gaviria
quería distinguir entre la solución del conflicto
armado y la discusión de los grandes problemas nacionales
con la guerrilla. Afirma que la guerrilla pretendía
discutir sobre la crisis nacional, pero que no estaba interesada
en una solución al conflicto armado. Conceptualizado
así, con la desmovilización de los grupos alzados
en armas como requisito principal para la paz, la política
de Gaviria no equivalía mucho más que a la
prolongación de la estrategia maquiavélica de la
administración Barco. Además, con la dura
experiencia de los grupos guerrilleros que sí
habían entregado las armas, esta política
resultó aún menos viable para los otros
grupos.

Aunque Bejarano aconsejó limitar las
negociaciones a las cuestiones de desarme y
reincorporación, yo me pregunto por qué no se
pueden discutir los grandes problemas nacionales con la guerrilla
y, a través de estas conversaciones, buscar soluciones
nacionales. Éste no es un asunto de representatividad de
la guerrilla. Negociar grandes salidas que no tienen cabida
dentro de los foros internacionales no quiere decir que la
guerrilla represente la sociedad civil. Puede ser que la
guerrilla no represente a nadie. Pero sí se puede sacar
provecho de unos diálogos y foros extrainstitucionales
para impulsar los grandes cambios que el país necesita.
Los procesos de paz pueden tener esa función.

La experiencia extranjera aporta lecciones al respecto.
Las negociaciones de Guatemala pusieron en evidencia que se puede
negociar con independencia de la representatividad de la
guerrilla. Allí llegaron a unos acuerdos, tales como los
derechos de la población indígena, los derechos
humanos, el regreso de las poblaciones exiliadas, la conducta de
las Fuerzas Armadas y varios otros temas de envergadura nacional,
sin que alguien pretendiera que la guerrilla represente gran
parte de la sociedad civil. Hay que tratar de construir un foro
capaz de introducir cambios inalcanzables dentro de la conducta
normal de las instituciones ya establecidas. Es más, si el
objetivo es la paz y la terminación del conflicto armado,
un gobierno gana involucrando a la guerrilla en las grandes
reformas estructurales, sentándola a la mesa,
dándole crédito a sus proposiciones, haciendo de
ella un sujeto de negociación y no un objeto de
derrota.

La idea es hacer responsable a la guerrilla por los
cambios negociados y comprometerla con su ejecución. (En
igual forma el gobierno, las Fuerzas Armadas y otros actores del
Estado y la sociedad civil también tienen que
comprometerse con los resultados de la negociación). Hay
quienes afirman que en Colombia no es factible tal tipo de
negociación. Que en Colombia, la guerrilla está
demasiado involucrada en el crimen, el secuestro y el
narcotráfico, que no tiene control territorial como el que
tenía la guerrilla salvadoreña, que la guerrilla
colombiana se ha degenerado en grupos de pandillas y bandoleros.
Sin embargo, aunque pueden ser ciertas algunas de estas
afirmaciones, aún se puede negociar con la guerrilla
colombiana.

Cuando llegó al poder el presidente Ernesto
Samper (1994-1998), uno de sus primeros actos fue pedir un
informe al alto consejero para la paz sobre la voluntad de la
guerrilla y la factibilidad de entrar en negociaciones con ella.
Con este acto, Samper quiso darle un viraje a la política
de los últimos años de Gaviria, que
pretendía tratar a la guerrilla simplemente como un grupo
de bandidos y secuestradores, sin reconocer su carácter
político. Samper restauró la concepción
política del conflicto armado colombiano. Y después
de 100 días, cuando el alto consejero para la paz
rindió su informe, también afirmó que, a
pesar de todo, las guerrillas siguen siendo actores
políticos, y que sí existían las condiciones
para negociar con ellas. Infortunadamente, es poco lo que se ha
avanzado entre el Informe de los Cien Días y el momento
actual. La crisis presidencial desvió cualquier
posibilidad de avance en ese campo.

Si el gobierno Betancur planteó una nueva
visión frente al conflicto armado, el de Andrés
Pastrana (1998-2002), que concentró sus esfuerzos en las
negociaciones de paz con las FARC, marcó un hito en la
historia del conflicto armado colombiano.

El proceso de paz de Pastrana se caracterizó por
las generosas concesiones otorgadas al ELN y a las FARC –
particularmente a estas últimas-. Se destinó una
vasta extensión de territorio, de más de 42 mil
kms2 (el tamaño de El Salvador), como "Zona de Despeje" y
escenario de la negociación, donde la única
presencia armada era la de las FARC. El ejército, la
policía, e incluso las autoridades civiles y judiciales,
cedieron el control de la zona grupo guerrillero.

En contraste con las prerrogativas concedidas por el
gobierno, las "contrapartidas" exigidas a la insurgencia fueron
mínimas, y su cumplimiento nulo. De hecho, se
intensificaron las incursiones y ataques guerrilleros a la fuerza
pública y la población civil, aumentó el
secuestro y la extorsión, y se evidenció la
participación activa de las FARC en actividades de
narcotráfico, lavado de dinero y tráfico de armas.
El desenlace es conocido por todos. La sociedad colombiana se
radicalizó al no ver avances hacia la paz, y el proceso se
volvió insostenible. El esfuerzo y la ilusión del
gobierno se vieron frustrados, se rompieron las conversaciones, y
el proceso fracasó.

Tres aspectos de fondo, que tendrán gran peso en
el desenlace futuro del conflicto armado, condicionaron la suerte
de ese intento de pacificación sin precedentes: la
intencionalidad de las partes; la legitimidad y el apoyo interno;
y la llamada "internacionalización" del
conflicto.

Intencionalidad de las partes: Lo sucedido
durante y después del proceso Pastrana subrayan la tesis
de los analistas que advirtieron que el llamado "proceso de paz",
la salida política que el gobierno contemplaba con
sinceridad, no era tal para las FARC. Para ellos, el proceso fue
"una táctica política dentro de una estrategia de
guerra".

Legitimidad y apoyos políticos internos:
Unos y otros equivocaron el "cálculo" de su apoyo popular.
Como la gran mayoría de los colombianos no se identifica
con el discurso de la guerrilla y repudia sus actos criminales,
el gobierno supuso que ello garantizaría una gran base de
apoyo popular. Y la guerrilla, contando con una ciudadanía
que no se ve representada ni se identifica con la dirigencia
política y económica, y desprecia sus
prácticas clientelistas y excluyentes, asumió que
ello le daría un sólido respaldo popular. Pero
ninguno entendió que estas no eran "mayorías"
distintas, sino una misma masa de colombianos. Lo que cada uno
asumió como su gran sustento político
resultó siendo un pasivo para ambos. En otras palabras,
pese al anhelo de paz de los ciudadanos, muy pocos se sintieron
partícipes del proceso, ni representados en éste
por una de las partes. Poco a poco, Pastrana se fue quedando
solo. Mientras acumulaba paciencia y buscaba apoyo internacional
para mantener vivo el proceso, los crecientes abusos y
desafíos de la guerrilla desbordaron lo que con el tiempo
demostró ser apenas "tolerancia" –y no un compromiso
con convencimiento- de los colombianos frente al proceso de
paz.

Una de las consecuencias inmediatas del fallido proceso
fue que la correlación de apoyos "reventó" contra
la guerrilla. No porque los colombianos crean ahora que sus
dirigentes son eficientes, transparentes e incluyentes, sino
porque la indignación frente a los crímenes de la
guerrilla, y la percepción generalizada de la seria
amenaza que ésta representa, generó un nuevo y
amplio consenso: solucionar el tema de la seguridad es la
prioridad. De una actitud vacilante entre el

escepticismo y la esperanza, se pasó a un repudio
general que puso en primera línea la necesidad de
"confrontar definitivamente" a la guerrilla. Los esfuerzos que
los colombianos no estuvieron dispuestos a hacer en el proceso de
paz de Pastrana hoy parecen estarlo para respaldar la
"línea dura" de Uribe. Y ese apoyo mayoritario al ex
presidente juega hoy –y seguirá jugando- un papel
central en el tratamiento que el gobierno le da al problema de la
insurgencia.

Internacionalización del conflicto: Si a
partir de Betancur el conflicto interno se reconoció como
problema de Estado, con Pastrana adquirió una
dimensión internacional. Sus esfuerzos diplomáticos
movilizaron solidaridades y ayudas de países tan diversos
como EE.UU., Cuba, y varias naciones europeas.

En medio de esta historia de procesos de paz, el
gobierno cubano ha manifestado sus buenos oficios y compromisos
por la paz en Colombia dónde a finales de los 90, el
presidente Fidel Castro, un líder confesamente admirado
por los rebeldes del ELN, aseguró que los nuevos tiempos
eran para la "batalla de ideas" y no el uso de las armas y en
otras ocasiones expresó su deseo de que se ponga fin al
conflicto en el país sudamericano, pues dificulta la
integración regional.

Hace poco Fidel Castro revela en su libro "La paz en
Colombia", retazos hasta ahora no escritos de su estrecha
relación con nuestro país y nuestro conflicto.
Describe Patricia Grog que dicho libro contiene y
relata:

Un juego de fotografías ilustra encuentros de
Castro con varios presidentes colombianos, como César
Gaviria (en 1993 y 1994), Ernesto Samper (junio de 1998),
Andrés Pastrana (septiembre de 1998 y 1999) y con Carolina
Barco, la canciller colombiana que visitó La Habana entre
fines de marzo y principios de abril de 2006.

En aquella ocasión, Barco anunció a
periodistas que Castro y el presidente de Colombia, Álvaro
Uribe, habían intercambiado sendas invitaciones de visitas
oficiales y era portadora de un mensaje del mandatario de su
país para agradecer el apoyo cubano a las conversaciones
con el insurgente Ejército de Liberación Nacional
(ELN).

Sin embargo, una lectura rápida de los diferentes
capítulos no permite encontrar menciones de Castro a su
relación con Uribe ni a las pláticas (inconclusas)
que entre diciembre de 2005 y mediados de 2007 celebraron en La
Habana delegaciones del gobierno de esa nación
sudamericana y del izquierdista ELN.

En el libro "no se emite ningún juicio sobre el
actual gobierno de Colombia", sino sobre administraciones
anteriores, con base "en hechos históricos",
confirmó José Arbesú, jefe desde hace dos
décadas de la Sección América del
Comité Central del gobernante Partido Comunista de Cuba,
tras presentar el libro en la noche del
miércoles.

Arbesú, protagonista de varios pasajes narrados
por Castro, insistió en su presentación en que lo
"más importante" es el abordaje "de algo que ha estado
oculto", los esfuerzos de Cuba a favor de la paz y de una
solución negociada al conflicto colombiano que
estalló en 1964.

Alejado de la vida pública desde julio de 2006
por su enfermedad, Castro dedica un capítulo a la
negociación abierta en enero de 1999 entre el gobierno de
Pastrana y las FARC-EP (Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia – Ejército del Pueblo), principal guerrilla de
ese país, y que se desarrolló sin éxito en
San Vicente del Caguán, en el sureño departamento
del Caquetá.

Otro capítulo, "Los dos encuentros con
Marulanda", contiene un informe de Arbesú del 14 de
diciembre de 1998, donde se detalla el pedido del líder
máximo de las FARC "Manuel Marulanda" de evaluar la
posibilidad de un viaje suyo a Cuba, "lo que puede ser de mucha
trascendencia para el proceso de paz", dice el texto.

En otro documento, fechado el 12 de enero de 1999,
Arbesú informa de una reunión sostenida con
Marulanda –muerto este año– en la cual se explican las
razones por las que el líder guerrillero no asistió
a la inauguración del diálogo con Pastrana. Su
ausencia tuvo un "costo político", a juicio de
Cuba.

"El tema de la seguridad fue un factor que el
Secretariado de las FARC tomó en cuenta para oponerse a su
presencia en esa cita", dice Arbesú, quien como "emisario"
estima que el proceso de diálogo sería "largo y muy
complicado, pudiendo no rebasar más allá de este
marco".

"Si bien nosotros podemos contribuir y ayudar a ambas
partes, sugerimos mantener una posición muy prudente y de
un perfil discreto, pues mucha gente, incluyendo el propio
gobierno colombiano y sus medios de comunicación, nos
quieren comprometer en un papel de mediadores o facilitadores,
sobredimensionando nuestra influencia sobre la guerrilla",
indica.

La conclusión de Castro, tras varios contactos de
Arbesú con el jefe guerrillero, es que "Marulanda
comprende las realidades del país y de la época en
que le tocó nacer. Estaba lejos de ser el bandido y
narcotraficante que se empeñaron siempre en presentar sus
enemigos".

"Cuba venía esforzándose por encontrar una
solución para Colombia en vista de las circunstancias
enteramente nuevas que allí se habían creado
décadas después del triunfo de la Revolución
Cubana. Habíamos ofrecido nuestro territorio como sede
para cualquier conversación de paz", afirma.

El "único requisito" de esa oferta fue que Cuba
no participaría en las negociaciones "ya que el problema
debía resolverse exclusivamente entre colombianos, sin
ningún tipo de presión internacional",
señala Castro.

En el epílogo del libro, el ex gobernante cubano
expresa que su discrepancia del jefe de las FARC tenía que
ver con el ritmo que Marulanda asignaba al proceso revolucionario
y a su idea de guerra excesivamente prolongada.

"Su concepción de crear primero un
ejército de más de 30.000 hombres, desde mi punto
de vista, no era correcta ni financiable para el propósito
de derrotar a las fuerzas adversarias de tierra en una guerra
irregular", explica Castro, quien más adelante declara su
admiración por "la firmeza revolucionaria que
mostró Marulanda".

El ex mandatario repite una idea ya expresada este
año en una de sus columnas de opinión tituladas
"Reflexiones", y que dedicó al conflicto colombiano. "Es
conocida mi oposición a cargar con los prisioneros de
guerra, a aplicar políticas que los humillen o someterlos
a las durísimas condiciones de la selva",
afirma.

Castro insiste en que tampoco "estaba de acuerdo con la
captura y retención de civiles ajenos a la guerra". "Debo
añadir que los prisioneros y rehenes les restan capacidad
de maniobra a los combatientes", dice.

Las relaciones colombo-cubanas que durante la segunda
mitad del siglo XX estuvieron determinadas, salvo ciertos
momentos excepcionales, por el conflicto Este-0este, superada la
Guerra Fría, los vínculos de Colombia con Cuba, en
particular desde 1993, con la reanudación de relaciones
diplomáticas,  en el gobierno de César
Gaviria,  mejoran sustancialmente, aun cuando, es necesario
señalar,  que independientemente de las tensiones o
el distanciamiento político, el intercambio
económico y los acuerdos bilaterales se desarrollaron
formalmente en particular desde la segunda mitad de la
década de los ochenta.

En los últimos años el gobierno Cubano y
Fidel Castro han jugado un papel importante el desarrollo de los
procesos conducentes a la búsqueda de la salida
política al conflicto armado. Durante el Gobierno del
presidente Andrés Pastrana (1998-2002) en el marco del
proceso de conversaciones que durante más de tres
años llevó a cabo con las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (FARC), hasta su suspensión el
20 de febrero de 2002, Castro prestó especial
atención al mismo e hizo abierto pronunciamientos 
contra la práctica del secuestro, como instrumento
revolucionario. En ese mismo período y durante la
administración del presidente Álvaro Uribe
Vélez, ha prestado la mayor atención  a las
distintas rondas desarrolladas por el gobierno nacional con el
ELN e igualmente ha mostrado manifiesto interés en
contribuir  a gestionar el intercambio humanitario, lo que
se ha hecho explícito al recibir en el territorio de Cuba
a Rodrigo Granda, canciller de las FARC.

No obstante, el hecho de que el proceso de intercambio
humanitario y solución política negociada, se
desplazó hacía Venezuela, bajo el liderazgo del
presidente Hugo Chávez, y que en el imaginario de los
grupos armados todo parece debe pasar por Caracas, Cuba, sigue
teniendo la mayor importancia en el tiempo como escenario para
los procesos de paz en nuestro país, en especial, la Cuba
de hoy.

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Autor:

Oscar Armando Pérez
Sayago

Partes: 1, 2
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